sábado, 13 de junio de 2009

Quisiera ser Vidente

BUENOS AIRES, OCTUBRE DE 1975: LA VIOLENTA LUZ DE LA GLORIA

Hoy vino a verme el Bidente. Me contó su fuga del Uruguay y me puso al día con las últimas aventuras. Me dijo que pronto irá a visitar a su nieto en Dakar.
El Bidente, así llamado porque tiene dos dientes, cumple cuarenta años esta semana. “A los cuarenta se puede ser santo o crápula. Pero puro”, me advirtió.
El Bidente es un admirable narrador oral. Yo lo envidio. Sabe salvarse por la fantasía; y casi siempre viene bien el convite. Se te sienta delante y te viaja:

Durante la segunda guerra mundial, forma parte del comando del general Stern que evacúa a los judíos por las cloacas de Varsovia.
La liberación lo encuentra en París. Allí aprende los misterios del amor. Una japonesa le revela, en largas camas, el lenguaje secreto de las yemas de los dedos y la lengua, y le enseña a descubrir el universo de los lunares, los poros y los cartílagos. En París el Bidente es campeón de judo y karate. Un jeque árabe lo contrata para que organice su ejército mercenario. Es larga y dura la guerra contra los republicanos.
El bidente se arrastra por el desierto junto al único soldado sobreviviente. Días y noches compartiendo la sed y la esperanza: avanzan en silencio por los médanos, ríen juntos, lloran juntos. No pueden hablarse porque no se entienden. Al cabo de la espantosa travesía, llegan a la Meca. Esa noche, en el Meca Hilton, una cena de homenaje. Están bañados, afeitados visten túnicas limpias. El árabe brinda y el intérprete traduce. El árabe dice que hombre de tanto coraje nunca ha visto, y le pide por favor que lo posea esta noche.
En el Amazonas, el Bidente pasa dos años junto a los indios bororos. Atraviesa las nueve pruebas del guerrero. La más dura es la de las hormigas sobre el cuerpo untado de miel. La tribu lo acepta como hijo. Él no hace el amor con ninguna india. Si lo hiciera, tendría que quedarse para siempre: de esa aldea nadie puede huir. En la selva de los alrededores, el Bidente ha contado, uno por uno, ocho mil jaguares.
En Manaos, lo contrata una antropóloga norteamericana. Viajan en canoa. Ella es una rubia esplendida. El Bidente le frota la espala, desnuda, con grasa de tortuga para espantar los mosquitos. Cuando por fin llegan a una aldea xavante, al cabo de algunos naufragios y emboscadas, el cacique le propone:
-Te la cambio por mi hija.
-Ella no es mi mujer- explica el Bidente.
-Zonzo-dice el cacique-. ¿No ves que entonces te conviene más?
El Bidente va y viene por el río.
Una vez llega exhausto a una reserva indígena del Alto Xingu. Allí encuentra un fraile, que le ofrece la hamaca para que duerma en su choza. Comen fruta y beben aguardiente. El cura habla de más. Cuenta al Bidente cómo explota a los indios cambiándoles valiosas artesanías por estampitas de la Virgen. El Bidente desconfía. Se da cuanta de que se ha convertido en un testigo peligroso. Se hace el borracho; cabecea de sueño. Pero duerme con la red bien tirante, para que la hamaca vibre con los pasos. A medianoche, el cura se acerca en puntas de pie y le apunta con la escopeta. El bidente pega un salto y le corta la cabeza de un machetazo.
El bidente se marcha río abajo. En el primer puesto policial, encuentra a un comisario, Seu Zacarías, que es viejo amigo. Le cuenta lo ocurrido. Seu Zacarías camina hasta la canoa, agarra por los cabellos la cabeza del cura y la arroja al río.
-As piranhas vão fazer o expediente-dice, y convida al Bidente con un café.
Al año siguiente, en Colombia…
De Eduardo Galeano en "Días y noches de amor y de guerra"


Tope este libro esta semana de la Biblioteca Central, y hoy en el metro encontré a Bidente entre las paginas. Del libro puedo decir que prosas cortas componen recuerdos: crudos como pólvora, buenos como café de olla, tiernos como jaguares, y maravillosos como el resto de la vida de un escritor de ojos abiertos que vive por las venas abiertas de América Latina de país en país, de en exilio en exilio y de letra en letra.
La mayoría del libro relata los difíciles escenarios en los que él y muchos de sus amigos, conocidos, han sobrevivido, o des-sobrevivido, por las maquinas de la muerte de dictaduras, e infiernos políticos. Encarcelamientos, torturas, desapariciones. Gente que lucha en la selva, en la sierra, o en la maquina de escribir. Gente que vive con una difícil maldición continental, sobre un continente maravilloso. Donde seres mágicos, como el Bidente, salen a la luz para salvar la realidad (¿?), con ese mundo alterno que es la poesía, la imagen, o bien, el olor a piedra prehispánica y selvática.
De todas formas estas luchas y situaciones aquí y en el Sur me son ajenas a mi mundo raro e infantil. De una u otra manera, estos infiernos y paraísos a luchar, tengo que vivirlos. Creo que necesito picar fuerte por más información; leyendo de más, buscando de más, rayando de más, y sobre todo gritar de más hacia mi Sur.

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